Ansiedad

Ansiedad como aliada, no como enemiga

La ansiedad

 

El concepto “ansiedad” está siendo muy escuchado desde hace un tiempo relativamente corto. Vivimos en una sociedad fugaz, de estrés, de rutinas, obligaciones y hábitos muy pautados que no nos permiten conectar con nosotros mismos, vivimos “hacia fuera”, conectados con el exterior. Un exterior cambiante lleno de imprevistos e incertidumbre, muchas veces fuera de nuestro control.

 

Esta forma de correr por el mundo, hace que nos sea difícil parar a preguntarnos qué necesitamos. Vamos con el piloto automático puesto, sin cuestionarnos nada, pero eso sí, instalados en la queja y en el pensamiento negativo “esta no es la vida que he escogido”.

 

Pero la realidad es que sí puedes hacer cambios, hay cosas que están bajo tu mano, aunque de miedo. Y es por no afrontar ese miedo a la incertidumbre lo que nos lleva a instalarnos en una zona de confort que ni es confortable ni es sana, pero que al menos conocemos. Este refrán, que tan poco me gusta, refleja a lo que me refiero: “Más vale malo conocido que bueno por conocer”. Nos lleva al conformismo y, por ende, a la ansiedad, ya que no estamos haciendo ni viviendo lo que necesitamos, siendo incoherentes con nosotros mismos. Lo que pienso, siento y hago no está en consonancia.

 

La ansiedad tiene mala fama. Y es normal, porque sus síntomas como taquicardia, boca seca, presión en el pecho, dolor de barriga, de cabeza, dificultad para respirar… no son agradables para nadie. Pero como cualquier otra emoción, a más luchemos contra ella y la vivamos como una enemiga, más se va a quedar acompañándonos en nuestro día a día. Por lo que os invito a darle la vuelta a su significado y a vivirla como una aliada, alguien que “juega a vuestro favor”. Sí, sé que estáis pensando que eso es imposible… pero vamos a intentarlo.

¡Vamos a escuchar a la ansiedad!

 

Vamos a escuchar a la ansiedad como una sensación que nos advierte de que algo no va bien emocionalmente. Como una alarma, un conjunto de síntomas físicos que nos avisa y nos va recordando en depende qué situaciones que algo no estamos haciendo como necesitamos, que quizá estamos yendo en nuestra contra. Que no nos escuchamos ni nos hacemos caso. Que nos estamos olvidando de nosotros mismos dando demasiada importancia a lo de fuera.

 

La ansiedad como una sensación que cuando dejo de luchar contra ella y escucho el mensaje que me trae, se va.

 

Por ejemplo: Si estoy trabajando demasiadas horas y no me permito tener momentos con mi familia, con mi pareja, con mis amigos o a solas, quizá por mí mismo no puedo parar porque soy muy autoexigente y eso me llenaría de culpabilidad. Por lo que mi ansiedad va a hacer que tenga que poner el freno enviándome señales físicas desagradables. El mensaje de la ansiedad en este caso es que necesitas descansar y tener tiempo libre para recargar pilas. Que necesitas escucharte y cuidarte.

 

Pero qué miedo da parar, ¿verdad?. Evitamos hacerlo porque sabemos que si conectamos con nosotros, podemos ver que quizá hay algo en nuestra vida que no nos gusta y tendremos la responsabilidad de cambiarlo. Y esas decisiones muchas veces son difíciles de tomar ya que conllevan cambios e incertidumbre. Por lo que “es mejor no verlo. Si no lo veo no existe”. Pero sí.

 

¿Y si la ansiedad no nos avisara? Seguiríamos haciendo cosas para evitar mirar hacia nosotros mismos y tendríamos consecuencias físicas y emocionales más importantes que la ansiedad. No pararíamos y nos haríamos cada vez más daño.

 

Por lo que, vamos a escuchar lo que nos dice nuestra ansiedad para poder ser realistas y no autoengañarnos. Y entonces, se podrá ir.



Abrir chat
¡Hola!
¿Quieres información sobre nuestras terapias o pedir una visita informativa?