
Para hablar de perspectiva de género, primero deberíamos comenzar por
comprender qué significa esta palabra.
Podríamos definir al género como una construcción social y cultural. Solemos
asociarla al sexo (hombre o mujer) con un rol determinado (femenino o
masculino), con un comportamiento esperable y deseable para un sexo
determinado. Un ejemplo de ello es esperar que las mujeres sean “femeninas”,
“delicadas”, “cocineras”, etc.
Es importante remarcar que el género es modificable, porque es cultural y la
cultura es diversa, es cambiante.
Ahora bien, el sexo responde a las características biológicas con las que las
personas nacen. Es lo que conocemos cómo genital y su aparato reproductor.
Solo hay dos sexos, pero es importante remarcar que una persona puede tener
ambos sexos, en mayor o menor medida (lo que se conoce como intersex).
Es decir, que el género viene a romper con ese binarismo “macho- hembra”: los
atributos, comportamientos, son independientes de las cuestiones biológicas.
Son sociales y culturales, y como decíamos recién, por eso transformables.
Pensemos,
¿Los objetos y las actividades tienen género? O ¿es más bien la
sociedad la que le asigna dicha carga a los mismos? Qué o mejor dicho quién
determina que el futbol deben jugar los hombres o qué “el rosa es para nenas”.
Somos nosotros, a nivel social y cultural, quienes definimos qué sería
esperable qué haga una mujer y qué un hombre.
Es por ello, que creo que incorporar la perspectiva de género en
psicoterapia supone reconocer que nuestra identidad y nuestros vínculos,
fueron construidos en una sociedad que según nuestro género, nos permitió
adquirir más o menos poder, privilegios y derechos.
Las consecuencias de esto las llevamos todos incorporadas en nuestro ser, en
el desarrollo de nuestra identidad, en la forma en que nos relacionamos con
otras personas y con nosotros mismos.
Por esto es importante contar con un espacio de terapia que nos permita
comenzar a repensar estos patrones tan arraigados que tenemos cada uno de
nosotros. Poder comenzar a actuar y sentir desde otro lugar, de forma más
libre y porque no también menos prejuiciosa. Ya que quienes somos nosotros
para esperar una cierta actitud, una cierta forma de ser del otro.
Por tanto, una psicoterapia que no tenga en cuenta todas estas cuestiones, no
estaría incluyendo la parte más íntima de la persona, sus padecimientos y sus
patrones de conducta.
Todo lo que somos y vivimos repercute directamente en nuestra salud mental,
por lo que como psicólogos y pacientes tenemos que considerarlas para no
seguir perpetuando situaciones de desigualdad y violencia.
Antonella Ferrari. Psicóloga y subdirectora de Centro Psicoedúcate.